Piensa Por Ti Mismo
viernes, 13 de noviembre de 2015
martes, 20 de octubre de 2015
Inception y Pensamiento Filosófico
viernes, 11 de septiembre de 2015
La noche de los lapices: La Liquidación Sistemática del Otro
sábado, 5 de septiembre de 2015
Punto y Coma
domingo, 30 de agosto de 2015
Desobediencia
Obedecer, es algo que realizamos constantemente, y hoy vamos a pensar algunos aspectos de la obediencia y valorar la desobediencia como una opción más.
Solemos pensar que la obediencia es la subordinación que ofrecemos a lo que consideramos una autoridad, es decir, entregar nuestro tiempo y nuestra voluntad a alguien o algo que pensamos que tiene un derecho superior para hacerlo, pero no es una creencia correcta ya que no obedecemos por carisma o por considerarlo superior, obedecer implica una recompensa igual o superior a la entrega que realizamos obedeciendo.
¿Por qué obedecer?
Lo normal no es obedecer sin más, como con casi todo lo que hacemos, con la obediencia buscamos un intercambio, es decir, ofrecemos nuestra sumisión a cambio de algo. Vamos a tener varios entes que nos van a decir lo que tenemos que hacer, y en nuestra mano siempre está la elección de obedecer o no obedecer, pero elegimos obedecer ya que finalmente nos reporta algún beneficio, ya sea pertenencia a una sociedad, por mantenernos en un orden jerárquico, por ganar afecto, por dinero, por evitar una represalia o incluso por preservar nuestra integridad física.
Cuando obedecemos consideramos la motivación ofrecida un valor superior a nuestra sumisión.
¿Obedecemos demasiado?
Si lo pensamos, al cabo del día son muchos los entes a los que obedecemos y a los que ofrecemos sumisión, ya sean padres, hijos, cónyuges, jefes, líderes, normas, autoridades… y tanta obediencia repetitiva puede acabar creando un perfil servicial permanente en nosotros.
Sabemos que la repetición de actos se convierte en un hábito, y los hábitos que se repiten se convierten en costumbres, y la costumbre es algo que pasa a formar parte de nosotros, de ese piloto automático que llamamos subconsciente, y que programa las respuestas más habituales hacia un problema que se repite, evitando así pasar por nuestro pensamiento crítico.
Cuando decimos que una madre está malcriando a su hijo dándole todo lo que pide, es porque está cediendo a la autoridad de su hijo, no solo sin beneficio, sino además con perjuicio tanto para ella como para el hijo. Obedecer ante las peticiones repetitivas de este hijo día tras día se ha convertido en una costumbre que ha hecho que pasen los años y la madre siga siendo servicial a modo de costumbre, sin pensar lo bueno y lo malo de sus actos.
No tengo nada en contra de las madres, es un ejemplo hipotético, tal como podría hablar del jefe que abusa de lo que pide a sus empleados, o de los gobiernos que se aprovechan del sedentarismo cognitivo y sumisión de sus ciudadanos.
¿Que es la desobediencia?
Desobediencia es el acto de no acatar una norma que se tiene obligación de cumplir, no obedecer.
¿Por qué desobedecer?
Un niño jugando tira la pelota detrás de una caseta que hay al fondo del jardín, va a buscarla, la coge, pero hay un nido de avispas y le acaban picando varias. Días mas tarde ese mismo niño está jugando a la pelota con su padre en el jardín, y la pelota acaba colándose de nuevo detrás de la caseta. El niño está mucho más cerca, y el padre manda al niño a buscarla, pero en niño se niega, y la cariñosa argumentación de ir buscar la pelota acaba en discusión, el niño acaba llorando y el padre usa su superioridad para persuadir al niño con amenazas.
El niño le explica entre lloros que no le quiere obedecer porque ha tenido una mala experiencia ya que le picaron 8 avispas, el padre cegado por el cuestionamiento de su autoridad arrastra al niño hasta la caseta y le explica que a él nunca le han picado las avispas. Se acercan a la caseta, el padre se cuela detrás forzando al niño, y ambos acaban siendo picados por las avispas.
Sin ánimo de entrar en un debate sobre educación infantil, en este ejemplo vemos como la escala de valores del niño ha variado, y si de normal es sumiso por varios motivos como complacer a su familia, respetar a su padre, o incluso por miedo a una represalia, ha entrado en juego algo más fuerte, que es la picadura de la avispa. En este caso no se puede negociar la obediencia, ya que el daño que va a sufrir es mucho mayor y manda sobre todo lo demás.
Es decir, si somos sumisos y obedecemos a cambio de algo por lo que vale la pena ser sumisos, cuando lo que nos espera al cumplir la orden no tiene recompensa o motivación válida, nos cuestionamos dicha obediencia.
Dicha motivación puede variar y ser muy personal, podemos desobedecer un jefe por orgullo, desobedecer una norma por placer, o desobedecer un líder por motivos morales, por ejemplo.
Vemos en las noticias como muchos colectivos plantean opciones a los gobierno para no llegar a tener que cumplir órdenes que consideran poco éticas, o para que no obliguen a otros a cumplirlas, o incluso cómo se desafía la autoridad de un gobierno, ya que lo que quieren obligar a obedecer supone un mal mucho peor que cualquier represalia de sus mecanismos represaliadores.
¿Como cuestionar la autoridad de alguien que establece lo que es la autoridad? ¿En qué situaciones está justificado desobedecer? ¿Está la sociedad demasiado acostumbrada a obedecer? ¿Es más fácil obedecer que replantearse a cada momento si obedecer o no obedecer?
sábado, 15 de agosto de 2015
Esa gente
Esa gente de la que hablaba Weber en los albores de la sociología:
“Especialistas sin espíritu, gozadores sin corazón: estas nulidades se imaginan haber ascendido a una nueva fase de la humanidad jamás alcanzada anteriormente”
Esa gente mecanizada somos nosotros. Especialmente formados para una función específica, en una celda con nuestro nombre en la puerta. Igual que una máquina de coser, hacemos lo que debemos hacer dentro de la fábrica, en horarios y plazos concretados, y sino no funcionamos bien, así lo creen los demás y así lo creemos nosotros. No solo eso, sino que además pensamos que nunca hubo humanidad mejor.
Esa gente.
Esa gente que necesita vacaciones para compensar la frustración de su día a día e imaginarse otra vida.
Esa gente que va a los bares y discotecas a llenar sus corazones con alcohol y que prefiere llenar su cabeza con lo que salga por una pantalla.
Esa gente que critica a los que ven la tele pero curiosamente conocen los últimos anuncios y los puntos fuertes del último reality de moda, esa gente que no ve la tele, la ve solo un poquito, que se parece más a no verla que a verla.
Esa gente que prefiere una goma con forma y sabor fresa, que una fresa.
Esa gente que ha de acudir al baño de su trabajo para sentir unos segundos de libertad.
Esa gente que come papas fritas mientas piensa en que tiene que ponerse en forma, esa gente que va al gimnasio en coche.
Esa gente que da su vida por perdida casi al comienzo, y prefiere pensar que luego viene otra que será mejor.
Esa gente que anticapitalista, defensora del medio ambiente y contraria a la esclavitud, que tiene los últimos aparatos de moda.
Esa gente que no sabe de donde viene la comida que se lleva a la boca.
Esa gente que se ilusiona más con el proyecto de mejorar su casa que con el de mejorar sus virtudes.
Esa gente que ya no mira a los ojos.
Esa gente que se siente rara cuando tiene tiempo libre, y se siente culpable si no hay productividad en sus actos.
Esa gente que sería igual corrompible que los políticos corrompidos de los que se queja.
Esa gente que ya lo sabe todo, y cuya ansia de contar lo suyo le impide escuchar al otro
Esa gente que vive en el mundo de las apariencias.
Esa gente que tiene el saber más cerca que nunca pero le resulta menos atractivo que el ocio.
Esa gente que no sabría sobrevivir sin un sin fin de productos y servicios.
Esa gente que pese a cargar con algunas de estas cosas se creen perfectas, ya que sino se lo repiten constantemente y sino lo defienden a capa y espada no se lo van a creer ni ellos, al igual que solo aceptan su autoengaño como única forma válida de entender la felicidad, descalificando y mofándose de la de los demás por miedo.
No soy perfecta muchas de estas características son aplicables a mi, quizás no seamos la gente de la que hablaba Weber, quizás seamos algo que ha ido a más. Quizás ni siquiera se atreviera ponerle nombre a “esa gente”, porque simplemente se refería a “la gente”.
sábado, 25 de julio de 2015
Víctimas de la emotividad
Vivimos en una sociedad emotivista.
Vivimos rodeados de personas que no piensan el mundo, y no tienen bases morales para sus opiniones.
Sus juicios morales y creencias dependen de su estado de ánimo o de sus experiencias recientes.
Estos juicios morales no tienen base sólida y las personas que los usan de alguna manera se percatan.
Para darles base se deben convencer a si mismos a la vez que te convencen a ti.
No pueden opinar sobre una creencia o experiencia, debe ser la mejor y tu también debes reconocer que es la mejor.
Mejor incluso que la que tu tienes, su opinión tiene que ganar, por trivial que sea el tema.
No hay razones objetivas detrás de un precepto, una persona debe manipular a otra para lograr que ésta cambie de opinión.
No hay un intercambio, nadie reconoce su ignoracia, solo una lucha de creencias.
“Beber cerveza sienta mal” diría alguien para expresar sus sentimientos y tratar de influir sobre los sentimientos del otro, ya que sería un sinónimo de “No apruebo beber cerveza y tú deberías hacer lo mismo”.
El emotivismo es el fenómeno que se da en la gente para la que decir “esto es bueno” significa más o menos “yo lo apruebo, hazlo tu también”.
Sin reflexión, sin fundamento moral y con violencia intrinseca. ¿Te suena esta situación? Quizá siempre caemos en esta emotividad.
Ahora, prestemole atención y no dejemos que influya. Piénsalo, piénsate.